89.- A cigarrette

El sonido del cigarrillo al apagarlo en el cenicero siempre me ha gustado, en este momento se mezcla con la voz de Nicole cantando esperando nada, lo apago justo llegando al borde el círculo de la marca Lucky strike, no sé, supongo que es otra de mis infinitas manías.
Nicole cambia de canción, ahora está en una de mis favoritas: Trapped in time, y me pongo a cantar en la mente: In my mind, I could fly...
El gato del que he hablado en mi entrada anterior yace en una de las sillas del comedor, inocente y tranquilo, tal como si no hubiese repetido el mismo acto salvaje la madrugada del viernes, tal como si no hubiese tenido que estar desinfectando las huellas de su crimen esparcidas por doquier. Veo su mancha café que tiene en las almoaditas rosadas de su mano izquierda y me hace recordar a una gata preciosa que no he visto hace bastante. Un suspiro inevitable, ante la falta del aire de la persona ausente, se escapa de mí.
Sin embargo, ya me extraño de no extrañar, aunque la responsabilidad de esto se la montaré a mis hormonas, que se han empeñado en alterar mi ya alterable estado de ánimo. Asumo que me he portado un tanto bestia estos días, que la paciencia se ha ido por la puerta, como muchas otras cosas y personas, me ha dejado, junto con la lluvia y el frio.
La leve brisa entra por la ventana del comedor y el bamboleo de las hojas de mi albahaca que tengo en un macetero, me distrae de seguirles aumentando el aburrimiento.
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Una luz naranja en la barra de herramientas provocó mi abducción, así es que por eso no pude seguir con el hilo de esta entrada. Adivinen: Mi gato sigue durmiendo en la misma silla, sin angustiarse por deberes humanos. Esto me hace pensar en las varias cosas que tiene que hacer toda persona que vive sola y que aparte, es maniática. Así es que me dedicaré a limpiar mi nido de Lince. Dejo a Nicole cantando de fondo para ustedes.