Lunes 07:00 hrs., despierto con mañas al lado de mi hermana pequeña, refunfuñando por la insistencia de la alarma pospuesta cada cinco minutos, desenrollando mis piernas de las sábanas que se recogieron hasta la infinidad del submundo debido a mi mal dormir y tapando a mi compañera de combos nocturnos, si es que se queda un rato más en cama. Pobre hermanita mía.
En la casa de mis padres hay solo un baño disponible, y cuando me quedo a dormir en los días de semana, mi padre, mi hermana, mi hermano, a veces mi madre y yo coincidimos en horario y duchas. Es terrible, tengo que quedar esperando para poder entrar a darme una ducha media helada (el agua en este tiempo cuesta que salga caliente), vestirme en el living (al menos está la estufa) y maquillarme en el espejo en donde está el mueble de los peces de mi sobrino.
Salgo de la mano de mi sobrino para dejarlo en el cole, al querer entrar hay más personas haciendo lo mismo, hay atochamiento, él me mira con sus ojos de atardecer ("n_n")y me da un beso. Se va corriendo a la sala, mientras yo lo quedo mirando aun cuando cierran la puerta (¿les he dicho que siempre he querido tener visión de RX?), y después de un minuto o dos de babeo, voy al paradero que está en la esquina más cercana a esperar la micro que me lleva al metro y en donde al bajar (o subir en este caso), tomo otra micro que me deja cerca del trabajo.
Tres minutos de espera y me pongo a contar a los que estamos en el paradero y como por inercia formamos una fila, yo soy la numero nueve , y tras mío hay unos seis más (un número que por cierto, siempre va en aumento). Viene la micro y como zombies avanzamos con el paso arrastrado.
Nota del editor: Jaja, es cierto, no se si son zombies, o si están con problemas de continecia, jaja.
Metro Santiago, debo cargar la famosa tarjeta Bip!, adivinen: una fila que da vuelta hasta el pasillo, lo mismo para pasar el torniquete, subo a abordar el tren y nuevamente en la estación espero a que la gente que está delante mio avance (y algunos impaciente de atrás, también los dejo pasar), y luego puedo entrar. Al fín.
Llego al laburo, y salgo a hacer unos papeleos, sigo haciendo filas. Cuando llego a casa voy a comprar pan, y para sacarlo de los canastos hago la fila pa' sacar el mas calentito, y luego vuelvo a repetir la misma jodida fila para pagarlo. Uff!, el único lugar, finalmente en el que no hago fila es el depto, donde abro la hallulla, le echo mantequilla, tomo mi jarro de té, y voy a la cama, felíz, y al rato con los cachetes colorados.
Nota 2 del editor: El asunto de este escrito es simple. Entre tanta fila y fila que se tiene que hacer en Santiago de Chile, ya no es raro que hayan tantos "colas" en donde quiera que se mire. Even here (indeed).
Adelante estudios.