Esto que ud leerá a continuación:

No es un libro de cuentos, pero tampoco es algo serio. No es un enlace de actualidad, no quiere analizar el mundo ni arreglarlo. Solo es el reflejo del tiempo libre (ocio) que tiene esta persona que escribe y que es a la vez el editor y diseñador. Si le gusta la apariencia de "esto" y quizas le gustaría intervenir en lo "vuestro", ya sabe donde dejar el mensaje, despues del bip.

Nota del editor: eso de "esto" interviniendo en lo "vuestro" puede ser muy sugerente...para algunos.
Nota del escritor al editor: Tu mente, tu mente!

Ahora, Ud., nada más tiene que leer

asdf

67.- Metro

octubre 06, 2008

 

Volviendo a mi estilo "Bradshow" de escritura, en el que las/los incluyo a ustedes, mis amados lectores en este análisis de la vida cotidiana v/s lo tan único e irremplazable que podemos llegar a sentir, me gustaría tocar el tema de nuestras vergüenzas sociales.
Llevar algún equipo electrónico portátil para escuchar nuestra música, es un medio de desconexión de lo que estamos en cierto modo "obligados" a vivir; ya sea el roce con personas extrañas en la micro, sus conversaciones, sus olores, y lo largo que se hace el viaje a nuestro destino. ¿Saben que es lo más genial?, cuando veo a algunas personas cantar en voz alta lo que escuchan y que el hecho de ellos no escuchar al resto de la gente, hace ver como que a ellos tampoco los escuchan. Es genial.
A mi lo que me pasaba en los años del walkman (yo tenía uno azul), era que al venir de mis viajes (eternos) de los estudios, practica y trabajo a casa, me ponía a escuchar la radio. y en ese tiempo habían abarcado recién al publico "lolo" estos programas radiales de interacción con el escucha. Comprenderán que yo, Bárbara Inostroza, la mujer de la risa menos piola del mundo dejaba la media cagá en la micro cuando escuchaba alguna estupidez que encontrara graciosa. Y como iba con mis audifonos, hacia como que no veía, como que el audifono tapaba también mis ojos y solo miraba de reojo las caras de los pasajeros, quienes se espantaban o contagiaban con mi risa (he de decir que casi siempre causo lo segundo, jaja).
Como sea. La versión inversa de esta situación la viví el domingo, en que por más que me aguanté, por mas que llevo un entrenamiento para que mis ojos se traguen las lágrimas, no pude.
Y agaché la cabeza...sollocé y me limpié los mocos a lo cabro washo al salir a estación Irarrazaval. Al final mis párpados son un dique que cuando cede a la presión contenida, todo se inunda. En fin...los audifonos nuevamente me aislaron del abrazo deseado que tanto rechazo. Y de la plancha de llorar sin contención.

(Y las canciones no pararon por un buen rato)

Nota del editor: Recuerdo haberme acercado a una niña que lloraba desconsoladamente...me dio tanta vergüenza, pero más pudo la pena que me causaba ver sus manos tapando su cara como negando su realidad. Se espantó ante mi "¿puedo ayudarte?", pero me dió una sonrisa que contrastó perfectamente con su nariz y ojos tan enrojecidos.

1 corrieron una teja en mi tejado:

Anónimo dijo...

[inserte aquí el buen entendimiento]